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martes, 25 de marzo de 2014

En ruinas, como Roma.

Una fría mañana de Diciembre. El café humeante ardía en mis manos mientras veía nevar desde la ventana de mi habitación, situada estrategicamente en el centro de una pequeña pero preciosa ciudad. Apoyado en mis piernas tenía mi libro favorito, aquel que había releído mil veces y del que podría recitar cada párrafo sin equivocarme en una mísera coma. - La protagonista era una chica joven, viajera, sin ataduras, que siempre guardaba algún recuerdo de cada ciudad que visitaba. Había recorrido medio mundo, su casa era cada uno de los rincones en los que había gastado algún momento de su vida. Y ese era el problema, su casa eran todos los lugares y a la vez ninguno. Se identificaba con todas las ciudades que había tenido el placer de conocer. A ella le gustaba decir que era el viento quien decidía cual iba a ser su próximo hogar.-
 Era la primera vez que me paraba a pensar en el argumento de aquel libro. Pensé en cual sería la ciudad que mejor me definiría. Decidí que sería Roma. ¿Roma?: Esa bella ciudad europea, la que se formó a partir de 7 colinas y fue la cuna del mayor imperio del mundo; una de las ciudades de referencia del catolicismo. La ciudad que al revés significa amor, uno de esos sitios a los que hay que ir por lo menos una vez en la vida. Parece perfecta, preciosa, pero si indagas un poco, no hace falta mucho, te das cuenta de todo lo que esconde. Está llena de ruinas, de puntos débiles, de cosas por arreglar. Y así soy yo. Por fuera todo parece perfecto, pero si indagas y me conoces realmente, verás que no todo es color de rosa, que hay mucho que arreglar.
Cuando me quise dar cuenta el café había enfriado, el libro estaba cerrado y la nieve había cesado. Y yo cada vez estaba más en ruinas, como Roma.


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Sonrisas-