Constantemente conocemos a personas nuevas y es inevitable el llevarnos un poquito de ellas, nos formamos impresiones, cachitos de realidad con alto riesgo de error. Sería más fácil si todos nos mostrásemos como somos, o más bien, como estamos, porque todos tenemos días difíciles, problemas familiares, conflictos en el trabajo…pero claro, es más sencillo tener siempre una actitud estándar, una cara alegre o una media sonrisa que sirva para todos los días, para que podamos conservar así ese pedacito de privacidad que nos queda a cada uno en nuestro interior. Y es que las relaciones sociales te atrapan y quieren todo de ti, vivimos en la sociedad de la información, y no digamos ya si nos fijamos en los medios de comunicación, todos queremos saber de todos, tenemos ansia de información, y esto quema, llega un punto en el que sabemos más de los demás que de nosotros mismos; y nos abandonamos, vamos dejando que ésta marabunta nos inunde y ahí es cuando recurrimos a la máscara, al engaño de la apariencia, a dejar que todos crean que todo va bien, que todo en tu vida está exactamente como tú quieres que esté (o como ellos quieren oír que esté).
Entonces descubrimos la verdad, que esa máscara, si, sirve ante los demás, pero a nosotros no nos engaña, sufrimos cada día ocultándonos en la oscuridad y deseamos salir a la luz, y que todos lo vean, que por fin ofrezcamos al mundo, y principalmente a nosotros mismos, nuestro rostro sincero..
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Sonrisas-